Así es, un día de pronto me enteré que estaba muerto.
Tanta fue su insistencia en que me quisiera un poco y en que te dejara ir que nunca le hice caso y mejor evitábamos el tema aunque ambos sabíamos cuál era la realidad del asunto.
No fue hasta el día de su muerte que tú te burlaste de él y de mi, entonces comprendí que incluso en sus primeras horas de haber muerto me seguía dando una lección que en este momento debía aprender; fue entonces cuando decidí que debía agradecerte y olvidarme de que alguna vez fuiste alguien importante para mi.
Por lo tanto, hoy ya no eres parte de mi vida pero agradezco lo mucho que aprendimos juntos; imploro al cielo que mi amigo que a sus 23 años murió... regrese, de la misma manera que imploro al cielo que tú que sigues en vida... jamás regreses.
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