«si algo no puede ir mal, irá mal de todos modos». Así que acostumbrémonos a que:
- El modo más efectivo de encontrar algo, es buscar otra cosa. Así, cuando por fin encontremos la cuponera de descuentos, la promoción habrá terminado el día anterior.
- Siempre veremos avanzar más rápido a las filas contiguas de los cajeros del banco y el supermercado, los carriles de Tlalpan, etcétera. No importa cuántas veces nos cambiemos de lugar.
- Si nunca lavamos el coche, el día que lo lavemos va a llover. Pero el día que esté más sucio que nunca, el jefe va a pedirnos un ride.
- Las camisas limpias —sobre todo blancas— siempre serán imanes de la comida —y más si esa tarde hay junta.
- Las oportunidades aparecerán en el momento más inoportuno: entiéndase amor platónico, empleo de nuestros sueños, viaje todo pagado, etcétera.
- La mayoría de las veces llegaremos a un lugar un minuto después de la hora del cierre o el día de la semana que no se abre. En caso de que abran los 365 días, ese día se cerrará como caso excepcional.
- Se irá la luz justo un día antes del examen, la entrega de trabajo final, la fecha límite de recepción de documentos, el día de cierre de la convocatoria… a tiempo para que las 20 hojas que llevábamos de conclusión se pierdan en la noche de los tiempos.
- Cada vez que pongamos el cuerno en esta ciudad de casi 10 millones de habitantes, veremos pasar a lo lejos al mejor amigo de nuestra pareja —o a la pareja misma.
- No importa cuántas llaves haya en el llavero. La correcta será la última con la que intentemos abrir.
- El día más inesperadamente afortunado, traeremos el calzón de abuelita que nos llega hasta los muslos. Y lo más seguro es que sea rojo y de bolitas: de eso se encarga Murphy
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